El movimiento sorprendió incluso a especialistas del sector. No por la escala económica del país, sino porque mostró algo que en la región suele parecer imposible: la capacidad de un Estado pequeño para moverse rápido, negociar con actores globales y convertir un acuerdo tecnológico en una política de desarrollo.
Y ahí aparece la pregunta inevitable: ¿puede un país de tamaño modesto saltar etapas y reposicionarse en la carrera global de la IA?
La respuesta, viendo el caso salvadoreño, es sí.

Un laboratorio nacional de IA como política de Estado
El corazón del acuerdo entre El Salvador y NVIDIA no es la foto del presidente con un chip en la mano, sino la decisión estratégica de adquirir capacidad de cómputo propia, algo que hasta hace poco parecía reservado para potencias y conglomerados tecnológicos.
Los chips NVIDIA B300 —parte de la arquitectura Blackwell, hoy estándar de referencia en IA avanzada— serán instalados en un Laboratorio Nacional de Inteligencia Artificial, diseñado para funcionar como nodo central del ecosistema tecnológico salvadoreño.
La apuesta implica una lectura precisa del momento global: en la economía del siglo XXI, el cómputo es infraestructura, al mismo nivel que la energía, las rutas o los puertos.
Quien controla capacidad de procesamiento controla, en gran medida, su capacidad de desarrollo.

Alianzas estratégicas: la nueva diplomacia del silicio
El otro elemento novedoso es la naturaleza del socio. A diferencia de la cooperación tradicional entre países, la alianza con NVIDIA coloca a El Salvador dentro del círculo de adopción temprana que suelen ocupar corporaciones globales y gobiernos del G7.
Para la región, la enseñanza es directa: la diplomacia del siglo XXI también se juega en las salas de reuniones de las empresas que fabrican los chips que entrenan modelos de IA.
Y este tipo de acuerdos no solo incluyen hardware: también traen transferencia de conocimiento, soporte técnico, acceso a redes de expertos y acompañamiento en estrategias nacionales de IA.
Algo que, a escala latinoamericana, puede valer más que las placas en sí.
CUBO_IA: la fábrica de talento acelerado
La apuesta salvadoreña no se detuvo en el hardware. Consciente de que los chips sin talento son solo fierros caros, el gobierno lanzó CUBO_IA, un programa intensivo de formación que combina cursos, prácticas de laboratorio y entrenamiento directo en las mismas plataformas que utilizará el Estado.

CUBO_IA se apoya en tres pilares:
Formación aplicada y acelerada
No se trata de carreras de cuatro años, sino de trayectorias concretas para ocupar roles críticos: ingenieros de datos, operadores de centros de cómputo, especialistas en despliegue de modelos y administradores de infraestructura.
Vinculación directa con el Laboratorio Nacional de IA
Los participantes trabajan sobre proyectos reales: modelos para salud pública, análisis de amenazas climáticas, sistemas de educación adaptativa y aplicaciones de seguridad digital.
No es formación “para un mercado difuso”, sino para una infraestructura ya instalada.
Acceso a herramientas de NVIDIA
CUBO_IA opera con bibliotecas, frameworks y hardware de la compañía, lo que reduce el desfasaje entre capacitación y demanda real.
En la práctica, forma especialistas que pueden operar equipamiento de primer nivel desde el día uno.
La lección regional es contundente: no hace falta reformar todo el sistema educativo para producir talento en IA; hace falta una vía rápida y proyectos concretos.

¿IA soberana? El concepto que entusiasma, pero exige gobernanza
El Salvador ha instalado un término atractivo: IA soberana.
La idea: datos propios, cómputo propio, control local sobre infraestructura crítica.
Aunque el concepto funciona bien comunicacionalmente, su materialización exige algo más que hardware y acuerdos corporativos:
• marcos sólidos de protección de datos,
• reglas de acceso y auditoría,
• políticas de transparencia,
• mecanismos de supervisión ciudadana.
Es un punto que aún está en construcción, pero cuya importancia podría definir el éxito o fracaso del proyecto.
La región debería observarlo con atención: la soberanía tecnológica sin gobernanza puede convertirse en concentración tecnológica.

La velocidad como ventaja competitiva
Quizás el aporte más disruptivo del caso salvadoreño es la demostración de que no es necesario ser grande: es necesario ser rápido.
Mientras países como Argentina, Colombia o Perú debaten leyes que tardan meses, El Salvador ejecutó un acuerdo corporativo, una compra histórica de hardware, un laboratorio nacional y un programa intensivo de talento, todo en menos de un año. Ese ritmo —inusual en la región— cambió la posición del país en el mapa tecnológico global.
Lo que América Latina puede aprender
El caso salvadoreño deja cinco enseñanzas directas para los países que quieran convertirse en actores relevantes en IA:
El cómputo es infraestructura estratégica.
Las alianzas con empresas tecnológicas globales son tan importantes como los acuerdos bilaterales.
El talento se forma más rápido cuando se enseña a operar proyectos reales.
La gobernanza debe acompañar al hardware, no llegar después.
La velocidad política importa más que el tamaño económico.
El Salvador todavía tiene desafíos pendientes, pero logró algo que ningún otro país latinoamericano alcanzó en tan poco tiempo: demostrar que en la carrera por la IA no existe un orden establecido. Lo que existe es decisión.