El monitoreo de polución consiste en detectar y medir contaminantes en el medio ambiente, principalmente en el aire, pero también en el agua y el suelo. Los contaminantes más comunes incluyen:
Dióxido de nitrógeno (NO₂)
Partículas finas (PM2.5 y PM10)
Ozono (O₃)
Monóxido de carbono (CO)
Dióxido de azufre (SO₂)
Estos datos son fundamentales para proteger la salud pública, tomar decisiones urbanas y cumplir con normativas ambientales internacionales.
Estaciones fijas de monitoreo: Equipos de alta precisión instalados en puntos estratégicos de las ciudades. Ejemplo: la Red de Monitoreo Atmosférico de la Ciudad de México.
Sensores portátiles y de bajo costo: Dispositivos compactos y accesibles que cualquier persona puede llevar. Ejemplo: el sensor AirBeam, que mide la calidad del aire en tiempo real desde el celular.
Satélites de observación: Satélites como Sentinel-5P ofrecen datos e imágenes a escala global, ideales para detectar focos de polución como incendios o smog urbano.
Internet de las Cosas (IoT): Sensores conectados por redes inalámbricas que envían información al instante. En Barcelona, el proyecto SmartCitizen permite a vecinos crear estaciones de monitoreo comunitarias.
Inteligencia Artificial y Big Data: La IA analiza datos ambientales para predecir niveles de contaminación, mapear zonas críticas y enviar alertas tempranas.
Londres (Reino Unido): Proyecto Breathe London, sensores móviles y fijos para mapear la contaminación calle por calle y definir políticas de tránsito en tiempo real.
Delhi (India): Usa drones con sensores para detectar la quema ilegal de residuos, una fuente clave de polución.
Santiago de Chile: Con la red MAC, el gobierno puede restringir circulación vehicular e industrias durante episodios críticos.
Alto costo de las estaciones fijas
Falta de cobertura en zonas rurales
Integración de datos compleja
Necesidad de calibración continua
Sensores económicos y accesibles
Mayor participación ciudadana
IA como herramienta predictiva
Datos abiertos y transparencia ambiental
El aire que respiramos está en el centro del debate ambiental actual. Gracias al avance tecnológico, tenemos más herramientas que nunca para conocer y controlar la calidad del entorno.
Pero no alcanza con medir: hay que actuar.
La tecnología debe ir de la mano de políticas públicas firmes y de una ciudadanía comprometida.
La calidad del aire es también la calidad de nuestras vidas.