A esto se suma la fuga de ejecutivos clave, tensiones internas y un riesgo regulatorio creciente.
Todo comenzó con una crítica de Musk al nuevo plan fiscal de Trump, al que tildó de “utopía inflacionaria”. El expresidente respondió desde su red Truth Social, acusándolo de “traidor” y recordando que sus empresas —especialmente Tesla y SpaceX— han sido las más beneficiadas por subsidios federales en la historia reciente de EE.UU.
Desde entonces, Trump amenaza con eliminar los créditos fiscales de $7.500 dólares por vehículo eléctrico, lo que pondría en jaque una parte esencial del negocio de Tesla.
El precio de las acciones de Tesla cayó casi un 7 % en una sola jornada, y acumula una pérdida del 20 % en lo que va del año. Wall Street ya responde con cautela: firmas como Baird rebajaron la calificación de Tesla de “compra” a “neutral”, alertando sobre los riesgos reputacionales vinculados a la figura cada vez más polarizante de Elon Musk.
En Europa, uno de los mercados estratégicos para Tesla, las ventas cayeron un 27,9 % en mayo, acumulando cinco meses consecutivos de descenso. Lo alarmante es que, en el mismo período, el mercado europeo de autos eléctricos creció un 27 %, lo que indica una clara pérdida de competitividad frente a rivales como BYD y fabricantes europeos tradicionales.
La imagen de Musk, que alguna vez fue sinónimo de innovación, hoy genera rechazo entre consumidores progresistas e inversores institucionales.
En las últimas semanas, Tesla perdió a varios ejecutivos clave, entre ellos Omead Afshar, responsable de ventas para Norteamérica y Europa. Las renuncias reflejan un clima de reorganización silenciosa, caída de ingresos y una moral interna en baja.
Con Trump presionando públicamente para cortar subsidios y sectores conservadores impulsando campañas como “Tesla Takedown”, la situación regulatoria se vuelve crítica. Los contratos federales y los créditos fiscales —también claves para SpaceX— podrían ser revisados si Trump gana respaldo legislativo o logra imponer su agenda desde el Congreso.
Tesla publicará esta semana su informe de entregas del segundo trimestre. Si los números reflejan lo que ya ocurre en Europa, el castigo del mercado podría agudizarse.
A esto se suma el factor político: el calendario electoral de EE.UU. y la evolución del plan fiscal trumpista serán determinantes para el futuro de la compañía. Lo que parecía un simple cruce de egos se está transformando en una crisis estructural con impacto global.